Comentario
El error de Stalin fue subestimar la capacidad agresiva del nazismo y desestimar no ya sólo las informaciones que le llegaban de Gran Bretaña, Estados Unidos y otros países, sino hacer caso omiso de sus propios servicios de información, que desde hacía meses le venían anunciando la fecha del 22 de junio como la fijada por Hitler para invadir la URSS.
La concentración de más de tres millones de soldados a lo largo de las fronteras del este y los consiguientes pertrechos bélicos no podían pasar desapercibidos a los miles de observadores y espías soviéticos estacionados en Europa Occidental o en Extremo Oriente. A medida que se aproximaba la fecha del 22 de junio, aumentaban las violaciones del espacio aéreo soviético por la aviación germana y no pasaba día sin que los guardias fronterizos detuvieran a grupos integrados en muchas ocasiones por nacionalistas polacos o ucranianos que trabajaban para los alemanes. Según cuenta la "Historia de la gran guerra patriótica", las unidades soviéticas detuvieron a unos cinco mil agentes enemigos y destruyeron gran número de bandas armadas capturando valioso material de emisión y transmisión de información. Fiel a la política de apaciguamiento que Stalin había adoptado respecto al III Reich, fueron dadas órdenes de evitar provocar una guerra con Alemania.
Entre los miles de informes que regularmente llegaban al Kremlin anunciando la preparación de Operación Barbarroja, informes redactados muchos de ellos por los agentes soviéticos que habían logrado burlar la estrecha vigilancia de la Gestapo y que afrontaban el terror imperante en Alemania, cabe destacar el que cursó el agregado militar de la embajada soviética en París y los despachos que Richard Sorge enviaba desde Japón.
A partir de enero del 1941, los diplomáticos soviéticos que trabajaba en la Francia ocupada vieron dificultados sus desplazamientos y sufrieron un trato frío por quienes eran considerados como sus mejores aliados. T. A. Susloparov, agregado militar, transmitió a Moscú cuál iba a ser la distribución de las divisiones alemanas a lo largo de las fronteras soviéticas y al Alto Estado Mayor varios informes sobre el movimiento de tropas alemanas hacia el este y que la invasión de la URSS estaba prevista para la primavera de 1941.
Las informaciones sobre la preparación del ataque contra la URSS eran sistemáticamente remitidas a Stalin. El 10 de mayo se le entregaba el texto de la conversación entre Hitler y el príncipe regente Pablo. El 5 de mayo, nueva confirmación de la preparación de la agresión contra la Unión Soviética. En el mismo mes, informes de Sorge en el mismo sentido. El 6 de junio, todas las informaciones sobre el estado de las fronteras soviéticas, donde se concentraban cuatro millones de soldados enemigos. El 11 de junio supo Stalin que la embajada alemana había recibido orden de evacuar en los siete días siguientes y que el día 9 se habían empezado a quemar documentos en la cancillería del Reich.
Según el mariscal F. I. Golikov, jefe de los servicios de contraespionaje en el Alto Estado Mayor del Ejército, las primeras informaciones sobre el ataque que Hitler preparaba contra la URSS llegaron a Moscú ya en 1940; por consiguiente, las noticias procedentes de Gran Bretaña o Estados Unidos en modo alguno podían causar sorpresa, porque confirmaban lo que los servicios de inteligencia soviéticos habían cosechado por sus propios medios y por otros canales.
El mariscal Bagramian sostiene a su vez que en la primavera de 1941 había la suficiente información sobre el grado de desarrollo alcanzado en la preparación del ataque alemán a la URSS como para tener en cuenta las noticias relativas a una agresión de los nazis.
Así pues, todo el mundo está de acuerdo en afirmar que los servicios soviéticos de información habían cumplido con su deber y que sus advertencias no fueron atendidas. ¿Por qué? Refiriéndose a esta época, el general R. Ya. Malinovsky ha escrito: "Las peticiones de ciertos comandantes de las regiones fronterizas en las que pedían que se pusieran las tropas en estado de alerta y de que se las aproximara más de las fronteras fueron negadas por Stalin. Las tropas seguían el mismo entrenamiento que durante los tiempos de paz. La artillería se encontraba en los polígonos de tiro y en los campos de entrenamiento... Ante el peligro de una inminente agresión alemana, eran faltas estratégicas realmente graves, diría que casi criminales, faltas que, naturalmente, podían haberse evitado".
Desestimando la propia filosofía bolchevique, a cuya elaboración había contribuido Stalin como el que más, y que consistía en lo inevitable de una confrontación bélica con los países capitalistas, y haciendo oídos sordos a la información cosechada por los servicios de inteligencia del Gobierno soviético, el secretario general del Partido Comunista se aferró -tal vez fascinado por el poderío militar de los nazis- a una concepción estrecha de la política exterior y no tuvo la flexibilidad que el trato con Hitler requería.